Biografía de Galileo Galilei
Físico italiano (1564 – 1642)
Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564.
Su padre, Vincenzo Galilei, era florentino y procedía de una familia que tiempo atrás había sido ilustre. Galileo fue el primogénito de siete hermanos.
En 1581, Galileo ingresó en la Universidad de Pisa, donde se matriculó como estudiante de medicina.
Cuatro años más tarde, abandonó la universidad sin haber obtenido ningún título. Sin embargo, habiendo perdido interés por su carrera como médico, al margen de sus estudios universitarios se había iniciado en las matemáticas.
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Pisa
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Las teorías de Copérnico habían revolucionado recientemente la astronomía. Galileo les dio una confirmación empírica cuando descubrió, con ayuda del telescopio que él mismo construyó, que las montañas de la Luna revelaban una naturaleza similar a la de la Tierra; también con el telescopio, fue posible observar las fases de Venus, alrededor del año 1610. Estos hechos invalidaron radicalmente la cosmología geocéntrica.
La Luna y sus cráteres
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Fases de Venus
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Galileo es uno de los iniciadores de la física experimental. Su nombre ha quedado asociado indeleblemente a la defensa del movimiento de la Tierra y de los planetas alrededor del Sol.
Entre diciembre de 1609 y enero de 1610, realizó con su telescopio las primeras observaciones de la Luna, comprobando la existencia en nuestro satélite de montañas y cráteres que demostraban una similitud con la Tierra.
Galileo descubrió cuatro lunas que orbitaban alrededor de Júpiter. Las numeró del 1 al 4 y las llamó "planetas medíceos" en honor del Gran Duque Cósimo II de Médicis. Este hallazgo echaba por tierra definitivamente la teoría de que la Tierra era el centro de todos los movimientos que se producían en el cielo.
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Júpiter y algunas de sus lunas
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Estos trascendentales descubrimientos eran la estocada definitiva para echar por tierra las teorías cosmológicas de Ptolomeo y Aristóteles. Ansioso por darlos a conocer, Galileo redactó a toda prisa un breve texto que se publicó en marzo de 1610 y que no tardó en hacerlo famoso en toda Europa: el “Mensajero de los astros, que dedicó Cósimo II de Médicis. Con ello, Galileo aseguró su nombramiento como matemático y filósofo de la corte toscana y la posibilidad de regresar a Florencia. El empleo incluía una cátedra honoraria en Pisa, sin obligaciones docentes.
El 1611, Christof Scheiner (jesuita alemán), observó las manchas solares y publicó un libro (bajo seudónimo) en el que afirmaba que las manchas eran un fenómeno extrasolar (estrellas próximas al Sol, que se interponían entre éste y la Tierra).
En 1613, en el libro “Historia y demostración de la maquinaria solar”, Galileo que ya había observado con anterioridad estas manchas y con ocasión de un viaje que hizo a Roma, las mostró a las autoridades eclesiásticas, salía al paso de la interpretación de Scheiner, afirmando que las manchas eran del Sol y no un fenómeno externo. El texto desencadenó una polémica que se prolongó durante años e hizo del jesuita uno de los más encarnizados enemigos de Galileo.
En 1618, Galileo se vio envuelto en una nueva polémica con otro jesuita, Horacio Grassi, a propósito de la naturaleza de los cometas. Como resultado Galileo escribió un texto, rico en reflexiones acerca de la naturaleza de la ciencia y del método científico. La obra estaba dedicada al nuevo papa Urbano VIII, y en el cual Galileo afirmaba que “el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático”.
El cardenal Roberto Belarmino (jesuita), proclamó que no había una prueba científica concluyente en favor del movimiento de la Tierra, el cual estaba en contradicción con las enseñanzas bíblicas. En consecuencia, el 23 de febrero de 1616, el Santo Oficio condenó al sistema copernicano como falso y opuesto a las Sagradas Escrituras. Galileo fue amonestado y recibió la orden terminante de no enseñar públicamente las teorías de Copérnico.
Galileo se refugió durante unos años en Florencia, dedicándose a la confección de unas tablas de los movimientos de los satélites de Júpiter, con el objeto de establecer un nuevo método para el cálculo de las longitudes en alta mar, método que trató en vano de vender al gobierno español y al holandés.
La nueva situación animó a Galileo a redactar la gran obra de exposición de la cosmología copernicana que ya había anunciado en 1610. En ella, los puntos de vista aristotélicos se confrontaban con los de la nueva astronomía, en forma de diálogo.
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Florencia
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El Santo Oficio no dudó en abrirle un proceso, pese a que Galileo había conseguido un imprimatur para publicar el libro.
Iniciado el 12 de abril de 1633, el proceso terminó con la condena a prisión perpetua, pese a la renuncia de Galileo a defenderse y a su retractación formal.
La pena fue suavizada al permitírsele que la cumpliera en su quinta de Arcetri, cercana a Florencia y al convento donde en 1616 había ingresado su hija más querida, Virginia.
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Casa de Galileo en Arcetri
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En su retiro, donde el artritismo y la ceguera se sumaron a la aflicción moral, Galileo consiguió completar la última y más importante de sus obras: los “Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias”, publicado en Leiden en 1638. En ella, Galileo sentó las bases físicas y matemáticas para un análisis del movimiento, que le permitió demostrar las leyes de caída de los cuerpos en el vacío y elaborar una teoría completa del disparo de proyectiles. La obra estaba destinada a convertirse en la piedra angular de la ciencia de la mecánica construida por los científicos de la siguiente generación, con Newton a la cabeza.
En los últimos años de su vida, Galileo fue autorizado para instalarse cerca del mar, en su casa de San Giorgio. Allí permaneció rodeado de sus discípuloes (Viviani, Torricelli, Peri) y trabajando en astronomía y física.
Galileo Galilei falleció el 8 de enero de 1642 y fue enterrado en la iglesia Santa Cruz, de Florencia. No deja de ser curioso que 300 años más tarde, el 8 de enero de 1942, nació en Oxford otro gigante de la ciencia, el insigne Stephen Hawking.
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